DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. D. RAMON GÓMEZ FERRER EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA EL DÍA 16 DE MAYO DE 1920 DíA DE LA INAUGURACIÓN DEL MONUMENTO Y NOMBRAMIENTO DE HIJO PREDILECTO DE VALENCIA.

«Sr. Alcalde:
Os saludo y en vos saludo a Valencia con todos los presentes, entre quienes se hallan jefes respetados, maestros venerables, compañeros, discípulos, madres que quisieran mostrar gratitud al médico de niños, que acaso no obtuvo el éxito deseado, pero con ellas sintió y sufrió, y aquellas otras personas que sin ser padres o madres quisieron asociarse a ellas por amor y por este amor merecieron ser padres, y este es su mayor elogio.
¿Que sí siento la parvedad del merecimiento? Os diré, para que podáis imaginarlo, que me doy cuenta de que nos hallamos frente a frente en vos representada Valencia entera, figura excelsa que no puede abarcar el pensamiento de un hombre, y un pigmeo que ha temido este momento mucho antes de su llegada, que ha procurado apartar de sí el instante feliz y doloroso a un tiempo, y que como en las grandes tribulaciones de la vida, ha tenido que pedir a Dios valor para afrontar la situación y fortaleza para resistir la inmensa pesadumbre de una emoción que anonada, a fin de poder articular pocas palabras que dieran idea de su inmensa gratitud.
Y he creído que podría conseguirlo fijando en el papel esas palabras y confiando que al fin de ellas podría lograr que mi personalidad desapareciera de vuestro pensamiento llevado a la región de las ideas más puras y a unirse en una común esperanza de engrandecimiento de la Patria querida, o amada sin serlo como propia por los que en ella viven en comunión ideal en este día.
Fue en este mismo local, en una tarde de imperecedera memoria para mí, donde sintiendo el desmayo que una manifestación imponente y espontánea de mis queridos compañeros que borraba de un golpe la calificación de envidiosos que a los mismos se suele atribuir, hube de decir: » no alabéis con exceso a ningún hombre, porque si es vanidoso, le haréis más vanidoso, y si es humilde, verdaderamente humilde, le lastimaréis sin quererlo».
Y es hoy, en el mismo local donde entre todos borráis la fama antiquísima de ingratitud de la Patria con sus hijos, colmando toda medida en nombre de Valencia al tributar un enorme homenaje a quien no pudo merecerlo, a quien, si algo es, lo debe a unos padres que le dieron el ser y que esculpieron el ser moral inculcándole el amor a Dios y a los semejantes, con obras y con palabras como el refrán favorito: » Haz bien y no mires a quien», y con su frase tantas veces pida de labios de aquella santa madre: » La verdad, aún en contra tuya», y que sí algo fue por su padres no olvida que pudo llegar a ser gracias a la desinteresada protección de aquellos santos varones llamados D. José y D. Tadeo Sancho, que la ofrecieron a una pobre viuda en el momento de su mayor aflicción cumpliéndola en el muchacho de catorce años, haciendo posible, con su apoyo, una carrera que culmina como habéis querido, por la bondad excesiva de Valencia.
Si aún no he logrado convenceros de mi sinceridad que hoy tiende a desbordarse, os diré que he pensado en la culpa mía de que las cosas llegasen hasta aquí por haber fingido (sin quererlo) dotes y condiciones de que carezco y he sentido la punzada del remordimiento que nos echa en cara ante nuestra conciencia una mala acción aun cuando la acompañara la inconsciencia o el dolor.
Perdonadme si hablé de mí: quisiera mostraros mi pensamiento intento, con él, haceros partícipes de mi temor de que os habíais equivocado,, y si como a mí me aterra ante la inmensidad del homenaje recibido, la idea de la expiación: que la gloria también debe expirase, en vosotros quisiera que brotase el temor de tener que expiar vuestro error.
Si llega el momento (concederme en hipótesis la posibilidad), no os arrepintáis: Valencia, equivocando a la persona, ha borrado una de las notas feas que a la Patria se suele atribuir. Se superó en el propósito cuando eligió a un humilde; demostró haber pasado de una edad casi infantil en que toda acción irreflexiva tiene su excusa, a una edad juvenil en que la generosidad excusa el error por exceso de benevolencia en el juzgar. no premió a quien le trajera medios de satisfacción para la vida física, ni a quien le aportará fama por plasmar en la realidad ideales de belleza eterna, ni a quien le diera por saber o por virtud o por fe, el aliento de la verdad, del bien y de la religión, aspiraciones eternas del espíritu veo lectivo como lo son del personal, tomó la figura de un médico que amo a los niños, la engrandeció con su poder de madre potente, cambio los contornos de la figura para idealizar los, borro los defectos y con algo que demuestra el poder creador de la humanidad, creó lo que quiso y exalto su obra. No quiso darse cuenta de que era su obra, y así como la juventud que empieza a ser consciente, fue modesta pensando que no lo debía todo a su propia creación.
Esa es Valencia, Valencia generosa que abre sus brazos a cuantos quieren adoptarla como patria, que no olvida a sus hijos, que se dispone a cuidarlos mejor y a comprender sus anhelos, que produce con la facilidad de su fértil tierra y todo lo atribuye a lo externo antes que blasonar de su poder: que se siente hermana de los demás pueblos y jamás quiso ser imperialista.
Y a esta Valencia, en un momento en que se sienten unidos todos los corazones, se les puede pedir mucho y de ella cabe esperarlo todo. ¿Qué mucho que esperemos algo grande y próximo en favor de los niños de la ciudad que de tal modo sabe amarlos?.
Congratulémonos todos.
Señor Alcalde: el símbolo creado por Valencia va a contestaros con palabra balbuciente, como la del ser que rompe a hablar con palabras no meditadas, sino sentidas.
A vos, señor Alcalde, a todo el Concejo que con vos colabora, ruego perseverancia en su labor comenzada en pro de los niños.
A ti, pueblo de Valencia, te diré: marcha un poco deprisa por esa senda, que es mucha la urgencia.
No olvidéis un momento que millares de niños, flores del jardín humano que por providencial designio en Valencia halla su arraigo, esperan una escuela que contribuya a su formación.
No os falta el propulsor de esa escuela que ha de ser manantial de vida pura para los futuros niños y que dio el modelo en la antítesis de alguna escuela actual con pincelada maestra pintada en la cáustica frase: «Dejad que los niños vengan a mí, yo los ahogare?.
Escuchad, oíd al Dr. Jesús Bartrina.
No olvidéis tampoco que muchas de aquellas flores se marchitan, cuando enferman, por falta de un jardín, que tal debiera ser lo que hoy es un hospital, y haced del futuro hospital un jardín de cultivo del niño enfermo, cual la escuela jardín donde se cuide El Niño sano.
Y rehaciendo lazos de fraternidad cristiana (seáis o no de palabra religiosos, dejad que el sentimiento ennoblecedor del amor os haga religiosos de hecho), rehaciendo aquellos lazos, al demostrar que nadie puede superar a Valencia en el cuidado de sus niños sanos y enfermos, habréis logrado para Valencia la fama mundial que un día logró por anticipar se al cuidado de los pobres inocentes y desamparados, por haber creado un hospital magnífico,, por haber impreso en los estatutos de sus gremios la santa frase: «el maestro (patrono hoy) alimentara a sus aprendices, los vestirá y cuidará de su educación, como si fuesen hijos suyos».
Sea vuestra futura escuela la escuela para todos, ricos y pobres, donde todos puedan entrar y sentirse igualmente ricos por la prodigalidad de las generaciones que alcanzaron la madurez de la vida.
Sea el futuro hospital la casa de salud, donde ricos y pobres se sientan asistidos por igual y por igual reintegrados a la vida, con robustecida vida debida al amor de todos.
Anda deprisa, Valencia; gana fama mundial de pródiga en sembrar el bien; sé por tus hechos; comienza a ser por la unión de todos tus hijos, para la conservación del niño y la formación del hombre futuro, la Soberana del Bien, como lo eres de la Belleza.
El Ayuntamiento se propone un vasto plan de reforma de Valencia, y en el incluye calor necesario para crear un Hospital de niños.
La Universidad se apresta a crear un Instituto para el estudio del niño que aún no habla, con la esperanza de llegar a un más allá.
Valencia entera se congrega aquí por amor al niño.
Si pudiera uno ser profeta en su patria, por permisión divina, podría profetizaros por Valencia y para Valencia , que esta gran ciudad del Levante de España, parte integrante de una Patria que supo ser grande por su generosidad, será en breve plazo tomada por maestra, ya que, por su amor al niño, supo hacer hombres que se consideraron como hermanos…, como los buenos hermanos que olvidan pronto las distancias que el odio tiende a ensanchar para recordar con viveza cuanto puede unirles en el abrazo de inextinguible amor»